martes, 13 de diciembre de 2011

La Margarita Calva.

Otro cuento más! Es un poco más corto...pero me gustó mucho la idea por que la estaba tratando de meter en alguna parte y algo así salió...
No es un thriller propiamente tal, es un inteneto nomás...pero tampoco es una historia de amor...

*****
La Margarita calva.

La pequeña Merry está enamorada.

En lo primero que piensa al despertar es en él, y también es lo último que recuerda al irse a dormir. Su rostro y su voz la acompañan todo el día, ya sea si se va de paseo al campo, o solo se queda en el columpio que cuelga desde el gran roble.

Ahí, la niña pasa la mayor parte del día.

Sentada en el pequeño trozo de madera, apenas balanceándose, con la vista hacia el horizonte, la mirada perdida, con las manos agarrando las dos cuerdas. Mira hacia la enorme pradera que se extiende hacia adelante y piensa: “¿él me querrá también?”. Suspira.

La pradera está llena de margaritas.

Con cuidado se baja del columpio y camina en dirección a la pradera, llena de hermosas flores. Es primavera, a ella le encanta observar los colores de aquellas plantas, y también sentir su olor dulce y embriagante. Merry se arrodilla en el pasto, cuidando de no ensuciar su vestido, y observa las flores con mucho detenimiento.

Sigue pensando en él, y la duda le corroe por dentro. Si tan solo hubiese un modo de saber en qué piensa…

¿Habrá alguno?

De forma pensativa, arranca una de las margaritas más largas y la acaricia con sus manos. Los hermosos pétalos blancos de la flor lanzan destellos con la luz del sol, lo que a Merry le da una idea. Le recuerda lo que una vez había visto hacer a otra chica.

- Me quiere…-tras pronunciar las palabras, arranca uno de los pétalos, no sin sentir antes un pequeño dejo de culpabilidad por destruir una flor tan hermosa. Pero ella necesitaba saber, necesitaba tener aunque sea algo a qué aferrarse. –mucho…

Poquito.

Nada.

Otro pétalo. Trata de no mirar (me quiere…)

Cuántos quedan

(Mucho).

El sol ya ha cambiado de posición (poquito)

Y la sombra del roble (Nada….Nada!)

Ahora se proyecta hacia ella, que sigue arrodillada en el suelo.

Me quiere.

Con el corazón latiendo a mil por hora, Merry acerca la flor sin pétalos hacia su pecho y reprime un chillido.

¡Me quiere! ¡Me quiere! ¡La flor lo ha dicho!

***

Ya es de noche. Ni un solo ruido se escucha cerca de la casa, ni en la pradera, ni en el camino.

En la tierra, al lado de sus hermanas, descansa una pobre flor calva.

Calva.

Ese día una niña la había elegido (quien sabe por qué) y había ido arrancando uno a uno los pétalos de su cabeza, dejándola así, como un fósforo de punta amarilla.

Pobre margarita. Desolada, en el borde del camino, contempla las cabelleras de sus hermanas, tan hermosas, reflejando ahora la luz de la luna. Y ella así, calva.

Desnuda.

La pobre margarita se sienta en una piedra y comienza a sollozar, destruida. ¿Por qué no la había matado? Esa niña al parecer solo había querido que sufriera! ¡Ahora nunca podría casarse!

¿Quién querría el polen de una flor como ella? De seguro era horrible.

Ni siquiera sabía si podía llamarse flor.

De pronto, siente que algo la toca. Es una de las ramas del roble que se encuentras tras de ella.

“no llores”, es lo que dice en el mudo lenguaje de los árboles. “Seca tus lágrimas, joven flor”.

La Margarita obedece, y limpia su rostro inexistente con una de sus hojitas de tallo. Pero aún sigue triste; no entiende por qué la niña, que viene todos los días a contemplarlas, ha cometido tal crueldad ahora.

“Es porque está enamorada”, le contestó el árbol, pidiendo comprensión.

“¿Entonces eso funciona?” pregunta la flor, luego de escuchar al Roble. ¿Sería verdad lo que le decía? Si le quitaban los pétalos uno por uno, sabría si ese chico le correspondía?...Ella deseaba que sí, si era una causa tan noble ojalá funcionara.

Se acomodó más en su piedra. Si eso funcionaba con los humanos, ¿serviría lo mismo para las flores? Quería intentarlo.

El roble, tranquilo, decidió ayudarla.

***

Esa noche, Merry dormía profundamente.

Soñaba con que él entraba por la ventana, y la despertaba con un beso. Se sentaba al borde de la cama, y la miraba dormir mientras la acariciaba el cabello con una de esas manos. Todo era bastante imposible, pero ella lo deseaba mucho. Y abrazaba la almohada, mientras murmuraba el nombre de él, buscándolo.

La ventana se abrió lentamente y una pequeña figura entró a la habitación. Merry seguía durmiendo.

Desde el borde de la cama, la Margarita calva la observaba, pensativa. El cabello castaño de la niña le cubría la cara. La flor se preguntó una vez más si lo que planeaba hacer funcionaria.

De pronto, otra sombra entró por la ventana abierta. Una raíz, enorme, que reptó suavemente por la cama, levantando las sábanas. Destapó a la niña, de forma muy suave, sin despertarla.

Merry seguía soñando con su príncipe.

Entonces el roble tiró de ella. Y gritó.

La Margarita calva contempló a la niña suspendida en el aire solo por uno de sus pies. El roble la tenía fuertemente agarrada de una de sus piernas, y Merry gimoteaba y trataba de soltarse, en vano. La flor volvió a saltar a través de la ventana, mirando hacia arriba.

Merry dejó de mecerse después de un tiempo. Estaba agotada, con los ojos llorosos, las extremidades entumecidas. El viento de esa noche le llegaba cruelmente en la cara, al igual que la luz de la luna. No podía bajarse y además, ese árbol había enroscado una raíz en torno a su boca. No podía gritar. Solo podía observar a ese diminuto tallo de cabeza amarilla que estaba en el suelo, como si la observara.

Pero no tenía ojos. ¿Cómo podía siquiera sentir que la miraba? Sintió escalofríos.

“¿Quieres intentarlo?” Susurró el árbol, y sus hojas mecieron al viento.

“Sí”, contestó la Margarita, aún mirando hacia el cielo.

Y uno tras otro, cayeron los mechones de la cabeza de la niña.

La sangre (me quiere…)

Aparecía a veces, a medida que eran arrancados (mucho…)

Del cuero cabelludo. La niña (poquito…)

Gimoteaba con cada tirón que le propinaban las raíces del árbol. Y no entendía (Nada.)

Por qué, por qué la naturaleza era tan (Me quiere…)

Cruel con ella.


sábado, 10 de diciembre de 2011

Carrie -

Creo que si viera la pelicula de este libro me cagaría de miedo xD.

Pero el libro no me asustó (H)

Oh well, trata de una niña que es super bulleada en el colegio.
No sabe nada de la vida, por que además su mamá ees ultrareligiosa y no le enseña nada.

Pero una de las niñas más populares, como que se empieza a apiadar de ella y a ayudarla. Igual mala volá de otros que aún quieren cagarsela en la fiesta de fin de año (adolescentes, siempre hacieendo sentir mal a los demás)

Es muy entretenido, con una narrativa que me gustó caleta, poniendo extractos de "noticias" acerca del caso carrie.

Por que carrie tiene "poderes".

Lo único malo? El pobrecito del novio de la mina popular :'c

La puerta oscura


"La puerta Oscura" de David Lozano. Primera entrega: El viajero.

Un libro light (?), que trata de un joven niño indeciso llamado Pascal (e inseguro en verdad) que le carcome la respuesta que le dará su amiga gótica Michel acerca de su proposición amorosa. a eellos también se les une Dominique, un chico con una GRAN personalidad (pero ees que la kagó) cuya silla de ruedas no le es impedimento de nada.

Todo cambia cuando Pascal, de forma accidental en la fiesta de halloween, descubre la puerta que conecta el mundo de los vivos y de los muertos.

Lo que le dijo esa gitana (?) era cierto. Ahora él era el viajero y tenía una misión que cumplir. Además se mete su amiga y michel y ah no...

Un libro con una narrativa que no me gustó mucho. Se supone que es un thriller pero para llegar a escribir como S.King le falta caleta. siento que parecía muy recargado y en verdad...no, no me gustó xD
pero la historia era muy entretenida y si me quedé pegada leyeendo. Quiero los otros libros!!!

El hombre de los caballitos de madera III

La primera parte aquí

****




Jack estaba en su posición de siempre en la alfombra de la sala principal, con una máscara en mano. Llevaba otra, de un intenso color rojo, adornado con una serpiente negra, cubriéndole la cara, pero aún así el chico podía notar su cicatriz.
Dejo al gato sobre la alfombra, que caminó tranquilamente hacia el hombre a ronronearle buscando cariño. Solo en ese momento Jack pareció salir de su trance y levantó su mano izquierda y acarició la cabeza del gato, el que refregó su lomo en un costado del hombre, al parecer feliz.

- pensé que no volverías –susurró, y Tommy levantó la cabeza. Jack no lo miraba, y no estaba seguro si le hablaba a él, o al gato. Lo siguiente se lo aclaró - Anibal no había aparecido desde que te fuiste.

- ¿Ah si? –Tommy estaba francamente asombrado. Pareciera que una pequeña sonrisa se había dibujado en el rostro del hombre. Dio unos pequeños pasos, menos asustado que antes, y contempló el desorden. Máscaras por doquier.
- ¿por qué has vuelto? –preguntó Jack, volviendo a su labor en las máscaras. Tommy tomó una entre sus manos. Sentía ganas de colocársela, pero la idea le pareció escalofriante, de modo que la dejó sobre la mesa de centro.
- Por que tengo curiosidad.
- ¿No tienes miedo?
- No. –contestó con decisión. No puede ser malo, se dijo a sí mismo. No puede serlo si Aníbal se acerca tan tranquilo a él. –Podría tenerlo, pero no me harás daño. Pudiste hacerlo desde el primer día que estuve aquí.

Lo que Tommy no sabía era que había tenido suerte.

Los días siguientes los pasó tratando de averiguar que había pasado, pero Jack volvió a su trance y a su hermetismo. Hacía máscaras, una más pomposa que la otra, y adornaba toda la sala con ellas. Y las usaba, y hacía máscaras para Tommy, e incluso hacía unas pequeñas para el gato, que solo las olfateaba y pasaba por su lado sin prestarle atención. Los caballitos de madera yacían en un rincón, al igual que las botellas de vidrio, llenándose de polvo.


- ¿Por qué no sales de aquí? –preguntó uno de esos días, cuando encontró a Jack mirándose en el enorme espejo, mientras usaba una máscara negra, con una enorme pluma dorada en una de sus esquinas.
Con el cabello corto y el traje que usaba parecía un hombre a punto de irse a un baile muy elegante. Pero Jack nunca salía, o así lo creía Thomas.
- No tengo motivos para hacerlo.
- ¿No te sientes solo?
- No. –había vacilado un poco antes de contestar, lo que para Tommy significaba mucho.

El chico se fijó por primera vez en el cuello de Jack. La cicatriz de su rostro avanzaba de forma sinuosa por el costado de su cuello, y quizás se perdía en su pecho. Se preguntó si le habría dolido en su momento, pero intuía que la respuesta era afirmativa. Probó preguntando lo mismo de siempre.

- ¿Por qué lo hiciste?

Era un hombre muy apuesto, a pesar de esa marca en la cara, no dejaba de serlo, y la máscara le daba aún un toque más misterioso. A Tommy le recordaba las imágenes que había visto de su padre hace unos cuantos años.
Él seguía tocándose la cara, recorriendo el contorno de la máscara, una y otra vez, sin prestar atención a nada más. Había completo silencio.
Tommy ya daría por perdida la pregunta –otra vez –cuando Jack habló.

- No pude evitarlo. –rompió el silencio con esas simples palabras, lo que despertó todo el interés del muchacho, que lo observaba pacientemente desde el marco de la puerta. –Ella estaba ahí, y me miró…con esos ojos azules tan profundos…-tenía la mirada fija en su reflejo en el espejo, había inclinado un poco la cabeza y entrecerrado los ojos. –y yo…lo hice. Simplemente en ese momento quise hacerlo. Luego, ya no pude detenerme.

El chico contuvo el aliento. Se imaginaba lo que podía haber sucedido: Jack, con esa serenidad…atacando a Jeannette, esa joven mujer tan cálida. Un escalofrío recorrió su espalda, al imaginársela en el piso, sin vida. Sin una sonrisa en su rostro. ¿Dónde estaría su cadáver?

- ¿No tienes miedo? –Jack miró hacia su izquierda de forma brusca, y clavó los ojos en el muchacho. Se sorprendió un poco de no ver ni una pizca de miedo en los ojos verdes de él.
- No. –contestó Tommy, decidido. -¿Estás arrepentido?
- Sí. –Jack se sacó la máscara y la arrojó al piso. Se quedó inmóvil de nuevo, observando el piso, o quizás nada, quien sabe. –pero en ese momento, quise hacerlo. No hay motivos, solo existía esa opción para mi. Luego, quemé la casa, por que no importaba nada más.

Entonces caminó y pasó por el lado de Tommy, en dirección hacia las escaleras. El corazón de Tommy por un momento dejó de latir, pensando que se acercaba la mismísima muerte…pero no pasó nada.
Solo sintió una presencia pasando a su lado, nada más.
Al bajar la escalera, volvió a encontrarse a Jack en la misma posición, haciendo máscaras de nuevo.
***


No había otra explicación, él había querido en ese momento hacerlo.

Cuando ya había vuelto en sí, era tarde. Jeannette estaba en el piso, el pelo enmarañado y manchado de sangre, al igual que el vestido celeste. Y lo peor es que a él le había gustado verla en el piso cubierta de sangre.

Pero eso no estaba bien. Así que prendió fuego a la casa, con el objetivo de quemar todo, hasta su culpa.
Pero él no murió.

No quería hacerlo, sencillamente. Pero tampoco podía vivir con la culpa de haber matado a la persona que más amaba. ¿Por qué lo había hecho?

<<Hazlo>>, era una voz que había surgido en su cerebro.
Esa misma que ahora le decía que hiciera máscaras, y que antes le había dicho que hiciera caballitos de madera, y que antes de eso le había dicho que metiera veleros dentro de las botellas, y que restaurara algunas habitaciones de la casa.

Lo que sea, se decía a si mismo, lo que sea para no seguir pensando en la culpa.
Y se había pasado los últimos 20 años creando, creando cosas para no tener que pensar en nada más. Con el temor de que esa voz venenosa volviera a aparecer y le hiciera matar a alguien más. A alguien que amara.

De modo que no podía volver a amar. Incluso tenía miedo de recordar a Jeannette, por temor a matarla de nuevo en sus sueños.

Así que solo podía estarse allí, alejado de todos (gracias a Dios jamás alguien había venido a molestarlo, hasta ese momento…), para en cierto modo protegerlos. Por que podría matar a otro, lo sabía.
Debía seguir creando cosas, haciendo cosas, para poder llenar ese vacío del no poder volver a amar a nadie de nuevo, por el temor a perderlo.
Pero ahí estaba Thomas, y ese fastidioso gato.
¿Los gatos podían amar?

***


Y ahí está siempre con algo entre las manos, siempre creando cosas. Obsesionado, alejado del mundo. Perdida la capacidad de sentir algo más, solo vive herméticamente, encerrado en sí mismo, haciendo esas estúpidas chucherías, como si tuviera miedo de algo…algo que pasaría si deja de hacerlo…”

Tommy tenía una bitácora, donde anotaba todo lo referente a la casa. Ahí había descrito todo, desde el interior hasta las “conversaciones” que había sostenido con Jack. Y ese día se había quedado más del tiempo normal releyendo todo, tanto así que no escuchó cuando Anibal apareció en su ventana, para observarlo con sus grandes ojos amarillos.
Pero Tommy no le prestó atención, de modo que el gato se fue.

No sabía que pensar. Para él, Jack era una persona tranquila, y eso no calzaba en el perfil de un asesino. ¿O sí? Debía desconfiar de él, su instinto se lo decía. Pero aún sentía que su sentimiento de culpa era genuino, él de verdad estaba sufriendo.

- Entonces… ¿Por qué? –no podía dejar de pensarlo. ¿Alguna enfermedad mental?

Él simplemente quiso hacerlo. ¿No es así como todos funcionamos?

Ese día se retrasó en su ida a la casa abandonada. Por eso no vio cuando Susy entraba a la casa, preocupada del gato que pensaba que era de su amigo. Sin saber qué encontraría allí dentro.

Si Tommy hubiera salido a la misma hora de costumbre…

El muchacho entró por la puerta de costumbre, esperando encontrarse con Aníbal, tan tranquilo como siempre. Pero ver al gato negro salir disparado hacia la salida lo desconcertó.

- ¡Aníbal! –lo llamó, pero sin resultado. El gato se había marchado. Giró de nuevo, y se encaminó hacia la salita principal -. ¿Jack?

Ahí estaba, como siempre.
Pero estaba de pie. De pie, y con la cara empapada en lágrimas. A Tommy se le revolvió el estómago de solo ver esa escena, jamás la sacaría de su mente.
La pequeña Susy, manchada en sangre. Esos pequeños rizos, parecía que habían perdido su brillo característico; en su cara, no había una sonrisa sino una mueca de puro dolor. ¿Había sufrido?

- ¿Qué hiciste? –el chico quería llorar, pero sorprendentemente ni una lágrima salió. Se sentía petrificado.
- Lo hice de nuevo…-el rostro de Jack era la del auténtico dolor. Sus ropas también estaban manchadas en sangre. –Y no pude evitarlo. Ella entró, y fue como ver a Jeannette…y esa voz…esa voz en mi cabeza.

Llevó ambas manos a su cabeza, y cayó de rodillas, sollozando. Tommy hubiese querido llevarse el cuerpo sin vida de Susy, pero temía acercarse. Ahora si temía acercarse de veras.
Si tan solo hubiese podido ayudarlo…si tan solo hubiese podido descifrar algo…
Si tan solo hubiese tenido algo más que curiosidad…

- Vete…-La voz de Jack parecía más grave de lo que era. A su alrededor la sangre parecía haberse secado un poco. Había incluso manchado algunas máscaras. –Vete. No quiero hacerte daño. Ya no volveré a hacerle daño a nadie.

Tommy dio la vuelta y se alejó corriendo del lugar. Al llegar a su casa, por fin pudo rebelarse contra si mismo y comenzaron los sollozos. Pero más que sollozos, eran gritos.

Detrás de él, un nuevo incendio en la casa volvía a producirse. Nadie sabría qué lo había causado, ni si alguien había resultado herido, o peor aún, muerto.
Jamás encontraron el cuerpo de Susy. Tommy tampoco tuvo el valor de decírselo a alguien, hasta muchos años después.

En su mente, aún permanecían las últimas palabras de aquel hombre, “ya no volveré a hacerle daño a nadie…” y las suyas propias: “Si hubiese podido ayudarlo…”
Cerró su bitácora, otra vez y la dejó en el librero.

Ahí también había un listón azul, uno de los que llevaba Susy ese día y que había alcanzado a rescatar.

También había un caballo de madera.

Fin.




***
Comentarios finales: La verdad hace mucho tiempo que no aparecía algo así en mi cabeza, una idea que se instalara tan fuerte y que además viniera con diálogos incluidos! Lo único que falló fue que las ideas vinieron cuando me encontraba en la calle asi que igual algunas cosas tuvieron que cambiar. Pero me siento satisfecha por que en lo particular de esta historia hubieron muchas cosas que no sabía como se iban a desarrollar, sobre todo el hecho de que Jack era esquizofrénico, fue algo que apareció en último momento. Pero aún hay varias cosas que quedaron sin resolver pero creo que como “cuento” ya no hay que alargarlo más.
Lo que aún no me convence son los nombres de los personajes :/ pero esos aparecieron, y bueno, que se queden xD.
fin

El hombre de los caballitos de madera II

La primera parte se encuentra aquí

****

No pasó nada después de ese encuentro. Pero a partir de ese día, Tommy pasó por el mismo fierro inclinado, y entró por la misma puerta, solo con los deseos de ver a Jack –aquel hombre –trabajar en sus juguetes de madera.

No cruzaban palabras, aunque a veces podía aparecer algún comentario. Simplemente el niño lo observaba, sentado en su estudio personal, a la luz de las velas –hacía tiempo que no había luz eléctrica en esa casa –con un cuchillo en una mano y un trozo de madera en la otra. Era un hombre maduro, mas no viejo, por lo que aún podía valerse de sus propios ojos para tallar y hacer cada día más detalles en las figuras que creaba.

Tommy observaba en silencio como terminaba un juguete y comenzaba otro sin interrupción, una y otra vez, mientras escuchaba alguna triste melodía desde aquel viejo tocadiscos que había oído antes. El gato, Aníbal, se quedaba en la entrada del estudio, sentado en sus cuartos traseros, y observaba la escena. Pero pronto acompañaba a Tommy mientras recorría las habitaciones, una por una.

Parecía que Jack había restaurado las habitaciones que solo iba a usar, porque todo lo demás estaba en ruinas. Entrar a cada una de ellas era como dar un salto al pasado, y luego otra vez al presente. Más de una vez Tommy estuvo a punto de caer desde el segundo piso a causa del mal estado del piso, pero al dueño no parecía importarle. No parecía importarle el niño en absoluto.

A pesar de que no había plática, el niño volvía una y otra vez. Pero eso, a Jack estaba lejos de importarle. Solo era un hecho más, como que el gato viniera todos los días y se sentara en la misma posición. No le importaba.
Solo se estaba ahí, haciendo una y otra vez juguetitos de madera. Y estaría de esa forma hasta que sin previo aviso comenzara a hacer otra cosa. Había pasado anteriormente con los veleros en las botellas, y con los cuadros.

Tommy había encontrado una habitación llena de cuadros, en los que se veía siempre una mujer. Joven, de cabellera rubia y ojos azules, sonriendo dulcemente. ¿Quién era ella? Los cuadros siempre estaban manchados con pintura, uno apilado encima de otro, olvidados.

El chico sentía curiosidad de aquel hombre. ¿Por qué vivía allí, en una casa abandonada? ¿Cómo se había hecho esa cicatriz tan fea en su cara? Y lo que más le interesaba, ¿Por qué se pasaba todo el día haciendo esos juguetitos de madera?
Pero temía preguntar.

No le contó a nadie sobre sus pequeñas y extrañas visitas a la casa abandonada (ya no embrujada, Jack no era un fantasma). A veces traía comida y la compartía con Jack, aunque él nunca comía en su presencia. Es más, no despegaba la vista del cuchillo y del trozo de madera. A veces, Tommy terminaba por aburrirse. Volvía al día siguiente y encontraba el plato vacío, y Jack trabajando incansablemente, como siempre.
Descubrió un pequeño pozo en el subterráneo. Encontró un huerto entre toda la maleza del jardín. Cada día significaba descifrar un nuevo misterio sobre aquel hombre. Así comía, así bebía. Aquí dormía, en ese lugar se afeitaba y cortaba el pelo, aquí apilaba los juguetes.

Sin embargo, su pequeña investigación fue interrumpida por una pequeña gripe que lo mantuvo en cama una semana. Pero en sus delirios, lo único en que podía pensar era en la casa, en Jack en la casa, haciendo juguetes uno detrás del otro, sin descanso.

Ya sano, volvió a sus andanzas.
Al escabullirse otra vez por su agujero de siempre, caminó junto a Anibal en dirección al estudio del hombre, pero no lo encontró allí.
- ¿Jack? –el cuchillo y el usual trozo de madera estaban sobre la mesa, solos.

Luego de recorrer la enorme casa, lo encontró en una de las habitaciones, sentado frente a un espejo enorme.
Llevaba una máscara, y la tocaba delicadamente con su mano izquierda. Tommy se quedó en el marco de la puerta, tan silencioso como el gato a su lado, simplemente observando como aquel hombre tocaba y se acomodaba una máscara azul con ambas manos. Parecía estar en trance.
- ¿Jack? –volvió a murmurar el chico, un poco sorprendido del nuevo comportamiento de aquel hombre.
Sobre la cama, media docena de máscaras, tan distintas como pueden ser los días, se encontraban allí.

De los juguetes, Jack pasó a las máscaras. De modo que ahora Tommy al entrar a la casa podía encontrar a Jack, sentado silenciosamente en la alfombra de la sala principal, decorando máscara tras otra, siempre con la misma música triste de fondo. Le parecía una tarea más fácil que hacer juguetitos de madera, por lo que el niño terminó por unirse, incluso buscó otra canción en la colección de su padre para cambiar la del viejo tocadiscos.
Jack permanecía callado, con los ojos oscuros fijos en su tarea.

- Me gustaba cuando hacías juguetes de madera, pero esto de hacer máscaras es muy divertido. –Tommy no perdía la fe en que el extraño podría hablarle. Alguien como él debía tener mucho que contar, pensaba. -. ¿Por qué cambiaste?

Ni siquiera se le ocurrió preguntar si se había preocupado de su ausencia. Muy pocas veces Jack se daba cuenta de su presencia, como si viviera en un mundo aparte.
El hombre dejó de pintar unos intrincados dibujos en la máscara que estaba haciendo, y clavó sus ojos oscuros en los verdes del niño. Tommy tragó saliva de la pura impresión.
Pero Jack no dijo nada.

- ¿Es por la cicatriz? –un pequeño destello se había producido en los ojos de Jack. Tommy si tenía miedo, pero la curiosidad siempre había prevalecido dentro de él. Así que se animó a seguir hablando. -¿Cómo te la hiciste?
- En un incendio. –su semblante era serio. Luego de pronunciar esas palabras, rompió el contacto visual y volvió a sus máscaras. Colocó un par de adornos más y la dejó a un lado, para comenzar con otra.

Anibal jugaba con una pluma muy cerca de ellos. Aparte de una canción un poco más alegre que reproducía el tocadiscos, solo se escuchaba el ronroneo del gato; y Tommy también podía escuchar el latido de su corazón.

¿Acaso Jack era aquel hombre que había muerto en el incendio de esa casa, hace tantos años?
¿Cómo no lo pensé antes?, se regañó a si mismo. Era obvio que eso era. Jamás nadie había entrado a la casa luego del incidente. Nadie había encontrado los cadáveres. Por que no existían tales…. ¿o si?

- ¿Y tu esposa? –preguntó, directamente. En ese momento empezaban a aparecer nuevas problemáticas en su cabeza de detective, pero también comenzaba a ver algo de luz. Mantuvo los ojos abiertos largo rato, esperando que Jack contestara. El pincel de este se había detenido. –He visto muchos cuadros de una mujer…

¿Sería posible…?

- Jeannette… –musitó el hombre. Tommy contuvo el aliento.

A su mente habían acudido esas imágenes: un retrato de una mujer joven, con abundante cabellera rubia, ojos azules (como los de Susy, ¿ella sería así cuando creciera?), y una dulce sonrisa en el rostro que le recordaba a mamá. Parecía una mujer feliz, podía notarlo aunque la expresión del cuadro estuviese manchada con tinta.
De pronto Jack se había puesto en tensión, podía notar como apretaba el pincel en su
mano derecha.

- Ella…
- Ella está muerta. –la frase la había dicho con una rabia inesperada. Tommy tuvo que reprimir un gritito. El pincel a manos de Jack se había roto. –Yo la maté. Y luego incendié esta casa.

Jamás había visto unos ojos así. Tanto sufrimiento…pero había otro sentimiento que no podía descifrar aún, era algo que jamás había visto, y que años más tarde aún lo molestaría en sus pesadillas, sin encontrarles jamás el significado perfecto.
Tommy se puso de pie a trompicones, y corrió hacia la salida, como si la vida se le fuera en ello.

Volvió varios días después, cuando se convenció a si mismo que Jack no era un sicópata, que si hubiera querido matarlo lo habría hecho ya.
Pero esto era mentira, naturalmente. Le importaba muy poco eso, él quería saber. El quería saber por qué habían sido así las cosas. No entendía por qué Jack seguía viviendo en esa casa, en toda esa precariedad, abandonado a una obsesión que antes habían sido los cuadros, las botellas, los juguetitos, y ahora las máscaras.
Necesitaba saber más, y nada se lo iba a impedir.

- ¿A dónde vas, Tommy? –Susy estaba esperándolo fuera de su casa, con un oso de peluche entre las manos, los pequeños rizos rubios cayéndolo sobre el rostro. No quería mentirle, pero tampoco quería contarle sobre Jack, que hasta ahora había sido su mayor secreto.
- Voy…a recoger flores para mamá.
- ¿Puedo acompañarte?
- No, no puedes. –la niña haría un berrinche en cualquier momento. Ya casi no la veía, por pasarse casi todo el día en la casa abandonada, y sospechaba que no le divertía pasar todo el tiempo junto a Rick. –me interno mucho en el bosque y no quiero que te pierdas.
- Soy fuerte. –Había dicho ella, pero Tommy ya no le prestaba atención, caminó rápidamente, ignorándola para que así ella se molestara y se fuera a casa. Aunque se detuvo un momento al sentir un movimiento a lo lejos.

Anibal lo esperaba desde la otra vereda.


- ¡Anibal! ¿Qué haces acá? –caminó hacia él y lo tomó en su regazo. El gato ronroneó y se acomodó perfectamente. Quizás tenía hambre o, más improbable, lo extrañaba.
- ¿Es tu gato? Nunca lo había visto.
- Algo así… ¡Debo irme Susy!

Y echó a correr sin importarle dejar a la niña atrás. Ahora con Anibal, se sentía con un poco más de valentía para entrar a la casa abandonada. O la casa de Jack.
Quería saber qué estaría haciendo ahora.

***

Continua..

El hombre de los caballitos de madera I

Pensado como un breve cuento de Jaloween...de esas ideas que nacen cuando lees un libro y vienen como flashback a tu cabeza.

********


Decían que la casa estaba embrujada.

Había sido un día cualquiera de otoño, más cercano al invierno que otra cosa, cuando se había producido el gran incendio. De los propietarios de la casa, un hombre y su esposa, no se había sabido nada.
Todos daban por hecho que estaban muertos, a pesar de que jamás se inició una búsqueda de los cuerpos. Lo cierto es que a nadie en el vecindario le importaba demasiado. Esa gente –o al menos el hombre –era extraña.
No tenían amigos entre los vecinos, ni tampoco tenían hijos. A pesar de ser una pareja joven no tenían siquiera planes para ello. Ni siquiera se dejaban ver muy a menudo, lo que provocaba más de algún cuchicheo entre las señoras que, desde sus propias casas, entrecerraban los ojos con la esperanza de poder ver aunque sea solo un poco del interior de esa extraña, pero enigmática casa.

Al pasar los años, del impotente hogar, lo único que parecía haberse mantenido eran las esculturas que adornaban las columnas. Hacía tiempo que la pintura se había resquebrajado, y los vidrios se habían manchado con tierra. El jardín, que cubría la parte delantera de la fachada, había crecido sin control; una enredadera recorría la pared desde la gran puerta hasta la ventana del segundo piso.

Desde entonces, la historia de la casa y la pareja que habitaba en ella habían sido los enigmas más recurrentes en la noche de brujas. ¿Por qué se produjo el incendio? ¿Cuánto habrán sufrido los dueños de casa? O... ¿Realmente fue un accidente, o era un plan de asesinato?
¿Cómo serían los cuerpos? ¿Estarían desfigurados?

Particularmente este año, Thomas comenzaba a hacerse demasiadas preguntas acerca de ese estilo. Sobre todo desde aquel día en que había visto esa sombra del otro lado del cristal.
Por eso, al estar observando esa casa por encima de su hombro mientras pensaba en ello, no vio cuando uno de sus amigos lanzó la pelota. Por lo tanto, no pudo agarrarla a tiempo. El pequeño balón iba con tanta fuerza, que giró en el aire, chocó con un poste, y aterrizó entre el follaje del inmenso jardín.
De la casa embrujada.

- Tommy, ¡acabas de perder la pelota!
- ¿Eh? –el niño en cuestión giró la vista hacia su amigo, que lo miraba enfadado. Era mayor y casi lo doblaba en tamaño. Tommy pensó por un segundo que debía decir algo más inteligente o seguramente Rick vendría y lo golpearía (de nuevo). –lo siento.
- Nada de que lo sientes, ¡Ve por la pelota, rápido!

Tommy asintió y les dio la espalda para caminar hacia la casa. Detrás de él escucho la voz de Susy, “Cómo va a ir, esa es la casa embrujada!”, pero él no hizo caso.
Hace días que sentía que algo lo llamaba desde dentro de ese lugar. Todo había sido más fuerte luego de escuchar la historia de noche de brujas de ese año.
Ahora, tendría la ocasión de poder entrar a ese jardín, y mirar un poco más de cerca. Quizás, de comprobar que no había nadie dentro. Con un poco más de suerte, podría ver algún cadáver o lo que quedara de él.

Hizo caso omiso de los llamados de Susy para que no fuera, que podrían comprar otra pelota. Pero él tenía 8 años, se podría decir que estaba en la cumbre de la curiosidad innata que se podría tener.
Se detuvo ante la entrada, e inspeccionó la cerradura. Vieja y oxidada, pero aún así sería difícil forzarla y abrir las grandes rejas, por lo que optó con caminar más hacia su derecha, pues la pelota había caído hacia un costado, para poder trepar y pasar al otro lado. No lo consiguió, y casi estuvo a punto de caer dos veces.

- Me daré la vuelta –les dijo a sus amigos, y partió corriendo hacia la parte trasera.

A esas alturas el frío comenzaba a acechar, y el miedo de la pequeña Susy terminó por contagiar a Rick También. El corpulento niño alzó la vista, hacia la ventana del segundo piso, y un escalofrío lo recorrió entero. Sin embargo no dijo nada, observando en la misma dirección en la que su pequeño amigo había emprendido la carrera.

Afortunadamente, había uno de los fierros estaba doblado, y Tommy pudo escabullirse con éxito por ahí. No se detuvo a observar la forma tan salvaje con que crecían las malezas, ni los escombros en el piso, sino que siguió adelante, con la vista fija, buscando la pelota de plástico.
Sin embargo, dos o tres veces guió la vista hacia la pared exterior de la casa, por temor a que algo saliera de repente y lo asustara, pero ese algo no fue más que un gato negro que, a pesar de ser inofensivo, lo asustó.

Fue un grito breve, que sin embargo bastó para ponerles los pelos en punta a sus amigos que aún lo esperaban en la parte anterior de la casa.
Tommy se puso de pie, pues había caído de la impresión, y contempló como el gato se escabullía por una de las ventanas rotas de la casa. Y hubiera seguido su camino en busca del balón… de no ser por la música.

Una musiquita se filtraba (o eso pensaba él) por entre los cristales rotos. Cerró los ojos un momento, para eliminar de su mente cualquier distracción y comprobó que sí, que esa melodía no era parte de su imaginación. Provenía de la casa.
Era una difícil situación. ¿Entrar o no entrar para saber de dónde provenía ese sonido? Ya había echado un rápido vistazo y sabía que a su izquierda había una puerta que parecía estar abierta.
Pero era peligroso. Aún temía en los fantasmas, y si encontraba uno ahora no quería estar solo.
El gato negro volvió a asomarse por el cristal y le dedicó un ligero maullido. Tommy tomó aire, y juntando valor, se dirigió hacia la puerta.

***


No esperaba encontrarse con eso. La casa por fuera parecía estar a punto de derrumbarse y sin embargo dentro de ella no encontró ni un solo objeto destruido, o con signos de haber sido víctima de un incendio.
La puerta lo llevó directamente a la cocina. O eso parecía, por que el horno estaba completamente lleno de polvo, al igual que las ollas y demás utensilios. El maullido del gato lo guió desde ese lugar hacia la sala principal, donde se encontró con dos grandes sillones, también un poco sucios pero no cubiertos con una gran capa de polvo que se esperaría de una casa abandonada, rodeando a una mesita de centro donde sin duda había una gran cantidad de objetos.

Es más, toda esa habitación, y los pequeños muebles que ella contenía, estaban repletos de aquellos objetos.
Caballitos, muñecas, autos, aviones de madera. Todos tallados a mano, apilados uno encima del otro. Sobre los sillones, sobre la mesita, sobre el escritorio, sobre la vitrina. Ninguno idéntico al otro, todos con cada uno de sus detalles.
Tommy se acercó despacio, con el corazón latiéndole tanto que le dolía un poco, y tomó un caballo que reposaba sobre la alfombra, un poco alejado de los demás. Era un juguete, y era tan bonito que sintió el impulso de esconderlo entre sus ropas y llevárselo a casa.
Echó un vistazo rápido a toda la habitación, y se dio cuenta que en un rincón había una gran cantidad de botellas de vidrio apiladas.

Caminó con el caballito de madera entre las manos, y se arrodilló para verlas mejor. Dentro de cada una de ellas había un velero. Algunas estaban quebradas, quizás por no soportar el peso que les caía encima, pero la mayoría estaban intactas. Tommy se preguntó quién había hecho eso, ¿Sería el dueño de casa? ¿y por qué todo parecía estar en tan buen estado? Si recordaba bien, su padre le había dicho que el incendio había ocurrido hace más de 20 años…

- ¿Te gustan esos objetos? –una voz lo sobresaltó, pues hasta ese momento se creía solo en esa enorme casa. Pero se había equivocado.

El asombro le impidió gritar, o moverse para huir. Solo atinó a girar la cabeza lentamente, para observar al hombro que estaba de pie. Un hombre que todos creían muerto.
Sin embargo, a pesar de la enorme cicatriz que le recorría la cara, no parecía un asesino. Ni tampoco parecía un fantasma. Pero fueron los ojos de ese hombre, tan profundos y llenos de sufrimiento, lo que hicieron que Tommy se quedara allí y no huyera como hubiese hecho cualquiera en su lugar.

- Son todos muy bonitos, señor –le contestó, una vez que se puso de pie. Aún sostenía al pequeño caballo de madera entre sus manos-. ¿Los hizo usted?

Aquel hombre, analizó al niño de pies a cabeza antes de responder. Un chiquillo de complexión delgada, un poco sucio, de aspecto frágil. Podría romperle los huesos fácilmente si quisiera, pero no quería hacerlo. Su cabello era de mismo tono negro que el suyo; aunque sus ojos eran diferentes. Los del niño, que no debía pasar los 9 años, eran de un color verde oscuro; que en esos momentos no lo miraban con miedo, sino que con una mezcla de curiosidad y quizás un poco de admiración.

- Sí, chico. Los hice yo.

***

Continúa...

La milla verde


Juré que había escrito de esto :c

También conocido como "el pasillo de la muerte", este libro trata sobre la cárcel. Cómo los prisioneros condenados a muerte pasan sus ultimos días, hasta que son llevados a la sala de la silla eléctrica.

La historia es narrada por el jefe de los guardias, el que se siente interesado por la llegada de un proceso, John Coffey (como café pero no se escribe igual...) Acusado de haber violado y matado a dos niñas.

Este negro, que además mide más de dos metros, parece ausente, y lo que más le llama la atención al protagonista es que este puede hacer milagros.

O algo así.

Este libro me dejó con una sensación penca. No tanto por el hecho de que trate d una historia en la cual hombres mueren rostizados, por muy feo que haya sido el crimen, sino que...el final....

Fue tan inesperado para mi que de verdad me djó con una sensación qliá horrible. Esa de "no, jamás volveré a leer esto". No por la escena ejem...aquella con delacroix que igual fue espeluznante, sino que John...en fin :'C un libro de terror que me sacó una lágrima.